Jueves, 28 de Marzo Villa Gesell

Literatura geselina

Viernes, 20 de Octubre

El escritor local Ismael García presenta "Todo puede ser una familia"

El genial escritor geselino presenta una nueva entrega de sus apasionantes cuentos. Un escrito de autor digno de leer y compartir.

Todo puede ser una familia

La librería Wisebook había estado abierta todo el día, pero pese a estar en Charing Cross Road, sólo habían entrado tres personas. Y apenas una había comprado un libro. Eso a Virginia -la dueña- no le preocupaba porque las pocas ventas eran consecuencia del invierno. Además el verano le dejaba ganancias pingües y, de esa forma, podía sostener la librería y vivir holgadamente.

Al otro día Virginia se levantó temprano porque quería cocinar unas galletas para su amiga Arline que iba a visitarla. « Ah» se dijo cuando abrió la ventana y encontró en el cielo el amanecer: no le gustaron las nubes oscuras y flacas como cuchillos, pero le encantó ver, en algunas partes del cielo, un color rojo mezclado con un azul de mar profundo. El sol pequeño le pareció humilde.

Virginia vivía en la librería Wisebook (arriba, en un departamento que había construido en el primer piso), que tenía noventa años, veinte más que ella. Sin embargo el paso del tiempo había hecho más mella en Virginia, cuya prioridad era cuidar a su marido, su hijo y su nieto, que vivían con ella. Eso le contó a Arline, en una charla de Five o'clock tea, después de que Arline le remarcará lo descuidada que estaba. «¿Qué? ¿De qué hablas? ¿Es un chiste? » Le espetó Arline tragándose un pedazo de galleta. La miró con un dejo de indignación y tristeza. Y agregó: «vos no tenés familia. » Virginia rió y le contestó: «están arriba en la habitación.» Arline optó por aceptar la mentira porque se dio cuenta que Virginia había perdido la cabeza.

Unos días después Arline fue a la librería y habló seriamente con Virginia. «Pero no tienes marido, ni hijo y menos nieto, ¿quieres que te internen?» Virginia, sonriendo, la invitó a la habitación para presentarle a su familia. Arline la secundó con aires de jefa enojada con una de sus empleadas. «¿No los ves?» Dijo Virginia. «Pero esos son libros, Virginia, ¿de qué hablas?» Respondió Arline con un tono de contenida furia. «Libros, no. Son personas. John Banville*1 es mi marido, Nick Hornby mi hijo y Stephen King mi nieto. Y hoy es el cumpleaños de mi marido. Así que necesito estar sola para prepararle la torta.» Arline le dijo: sé que codeas con John Banville porque es uno de sus clientes, pero has cabeza. » Virginia se encogió de hombros y le dijo vamos y la acompañó hasta la puerta y la despidió con un rápido apretón de manos.

Pese a que Virginia había puesto un cartel de , alguien tocó el timbre varias veces. «Cómo puede ser» se dijo Virginia ofuscada y bajó prestamente a abrir. Y -pareciera que a la casualidad le gusta causar emociones- se encontró con Banville. «Cuando vi el cartel me dije; solo alguien con mucha imaginación y humor puede escribir algo así y esa sos vos Virginia»le dijo Banville y le dio un cálido apretón de manos. Banville entró. Virginia se quedó mirándolo como si fuese la Reina de Inglaterra. Banville miró y olió la librería. El gusto a pasado y el orden perfecto de los libros, como si estuviesen en una exposición, le encantaban. Por eso siempre iba a Wisebook. «¿Cómo va?» Le preguntó con un tono de alegría mesurada Banville. «Bien » dijo Virginia y después de una cadena de disculpas -«perdone tengo que hacer algo, disculpe, no quiero dejarlo que se aburra»- Virginia lo dejó solo. Banville aprovechó para mirar su estante de libros favoritos: el de los clásicos americanos y, después de unos minutos, tomó el libro Stories and Early Novels de Raymond Chandler. Al rato bajó Virginia con una torta. «Feliz cumpleaños» le dijo ella y apoyó la torta en la mesa del mostrador, al lado de la caja registradora. Banville se preguntó con preocupación qué estaba pasando. Pero rió y pensó que estaba en una escena real que bien podría haber formado parte del libro A Book of Nonsense de Edward Lear*2. «Espere, por favor » dijo con tono apurado. Virginia. « Sí » le contestó Banville. Y Virginia comenzó a cortar una porción de torta con delicadeza de escultor (Banville espetó un «pare» pero ella no lo escuchó porque estaba sumergida en su mundo). « Disculpe, traté de recordarle que no como torta, soy vegano » le dijo Banville con tristeza. Virginia tomó el cuchillo y comenzó a blandirlo como una espada. Banville sabía que entre la locura y cordura hay un ápice, por eso, alegando una cita con su editor, se despidió después de pagarle el libro. Virginia lo acompañó a la puerta y no respondió el adiós, simplemente sonrió y volvió al mostrador. Miró la torta y pensó: Nunca me quiso; además está muy gordo y habla con impostado acento inglés. Luego se levantó y fue a su habitación, miró la biblioteca, tomó el libro de Banville y lo tiró al tacho de basura. Inmediatamente llamó a Arline y le dijo que su marido se había ido para siempre. «Qué bueno» le dijo Arline y acotó: «De seguro, tu hijo y tu nieto se irán también. » « Sí, es cierto» le contestó Virginia y colgó y se acostó y se levantó temprano a ver el amanecer. Abrió la ventana y después de mirar el cielo se dijo: « Ayer mostraste sol, pensé que sería un lindo día, pero mi familia me dejó. Eso no se hace » cerró la ventana bruscamente y empezó a hacer los quehaceres diarios.

1 John Banville: Escritor irlandés. Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Recomiendo todas sus novelas.
2 Libro de poesía sin sentido (Limerick poesías humorísticas breves, de cinco líneas, en las que las dos primeras y la última riman) publicado en 1846
¿ Quién gana más vive mejor?

 

Los ciudadanos pertenecemos a un mundo capitalista que no deja de elevar sus niveles de oferta de productos de consumo. Muchos de esos productos son, sin duda, innecesarios. Pienso en los que más afectan al bolsillo: Celulares, autos, motos, cigarrillos, alcohol, etc. Algunos de estos productos destrozan ( no es una hipérbole) la vida de muchas personas. Destrozar la vida, es, para mi, anular las vacaciones por años, abolir la posibilidad de ir al cine, teatro, comprar libros. Tener un auto es una elección, una posibilidad de libertad que te ofrece el capitalismo. Viva la libertad, postulan muchos. Empero, la libertad ( pese a que es proclamada como adalid de la democracia) muchas veces nos ofrece herramientas que más que beneficiarnos, nos perjudican. Y me pregunto, con una mezcla de estupor y miedo, si, tener más plata y, con ella, comprarse aparatos tecnológicos, nos permite vivir mejor. La respuesta es no. Pero voy a ser un poco más claro y profundo, apelando a las palabras y conceptos del genio de Ziygmunt Bauman: él afirma: « La lucha por la singularidad se ha convertido en el principal motor, tanto de la producción en masa como del consumo en masa. Todos son singulares utilizando las mismas marcas y aparatos, y serán más o menos singulares dependiendo de la capacidad de compra y actualización de los objetos, y ésto, evidentemente, requiere dinero » Por otro lado, Zygmunt Bauman alerta de las dos acusaciones que lanzó Karl Marx contra el capitalismo, pues, « el carácter derrochador y su iniquidad moral del capitalismo, siguen totalmente vigentes. Lo único que ha cambiado es el alcance del derroche y de la injusticia: ambos han adquirido dimensiones planetarias » En fin, ganar más dinero no siempre nos permite vivir mejor. Por otro lado, pienso que las personas que tienen menos plata tienen más ocio. Y el ocio ( que, cuando se consigue, devine en una proeza en la vida del hombre) nos permite vivir mejor. Pues al ocio lo llenamos con lecturas, horas de escritura, buenos momentos con la familia, pareja, amigos; caminatas, etc. Por otro lado, tener dinero y gastarlo en cosas superfluas ( celulares, autos caros y, como he visto, una cantidad ingente de productos de limpieza, etc.) puede ser malo pues, como bien se sabe, muchos de esos productos nos roban tiempo para hacer cosas realmente importantes. Entonces es momento de faltarle el respecto al consumo, menospreciarlo, dejarlo tranquilo un rato y darle toda nuestra confianza al ocio que, repito, no se adquiere con dinero, pero si con coherencia y conciencia y, sin duda, nos permite vivir mejor y lo bueno es que es gratis.

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