Viernes, 26 de Abril Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, pensador local

¿Bien general?

Es interesante ver aquello entendido de una forma clara, simple y diáfana, pero que oculte otra faceta no tan clara y diáfana, como lo pueden dar a entender dos palabras: "dictadura y golpe", hechos bien reconocidos por todos nosotros por tratarse de acciones asociadas al intervencionismo militar operando por décadas en esta República y en Latinoamérica en general del siglo pasado, donde irrumpían con la brutalidad de la fuerza desalojando los gobiernos de turno y tomando para sí, al Estado Nacional disponiendo de los destinos de la Nación intervenida.

Aunque, si consideramos el significado de fondo de la palabra dictadura, no pueda solo aplicarse a los golpes de estado mencionado sino también a un tipo de gobierno que busca perpetuarse en el Estado y para ello, se parapete en un sistema que le permite hacerlo, como es el democrático y desde ahí, busque alentar su permanencia y continuidad en periodo tras periodo apelando a la numeralidad conseguida, por ello tales prácticas con sus actitudes participen y formen parte de una dictadura electoral.

Lo mismo podemos decir acerca de los golpes, que no siempre participan las fuerzas armadas, por ejemplo, los golpes institucionales que aplicaron al ex presidente de Paraguay Fernando Lugo, con Manuel Zelaya en Honduras y Dilma Rousseff en Brasil, donde los respectivos parlamentos los hubo de destituir en nombre de la "democracia", nos señalan las lecturas de ciertas palabras, que dependen del contexto político en el que se las pronuncia; y vigentes en nuestro contexto costero con la destitución del ex intendente de Pinamar Blas Altieri y la posible creación de una comisión investigadora que buscarían la destitución del intendente de Villa Gesell Gustavo Barrera, sean parte de esa actitud golpista, por supuesto, en resguardo de los intereses comunales etc.

La frase que sostiene que " Ni están todos los que son, ni son todos los que están", es sospechosa y pone en tela de juicio a ámbitos ocupados por personas que sostienen "estar en tal función" según el eje del "bien común", pero a la hora de actuar vayan sus acciones en contra de lo que dicen o desean hacer, como los dictadores y golpistas (congresales, concejales), ejerciendo sus tareas ¡en nombre de la democracia!

En las "formas políticas impuras" del célebre Aristóteles, consideraba una serie de prácticas políticas y las caracterizaba como puras o impuras, cuya distinción era que unas tenían el objetivo de actuar conforme al "bien común" y otras, hacia el "bien personal", las puras eran las primeras y las impuras las segundas.

Por ello, actuar conforme al bien personal o al bien general, no importa cómo se le llame, el eje que no se debe perder es ese "bien común", donde no se gobierna para intereses partidarios, ni personales sino para la población en su generalidad, así, de situarnos en el contexto bonaerense, sin lugar a dudas que podemos señalar formas impuras por los mesianismos instalados y si nos extendemos a ciertas comunidades costeras, en ellas también se hubieron de constituir formas impuras de gobierno.

Lo paradojal es que en el fondo, todo mesianismo constituya un atentado contra el sistema democrático de la participación versus el que la elección, por eso podemos hablar de dictaduras electoralistas por la perpetuidad de ciertos intendentes en sus pertinentes cargos y que en el ámbito costero sus representantes más cercanos son un Juan de Jesús (Partido de La costa, un Blas Altieri (Partido de Pinamar) y un Luís Baldo (Partido de Villa Gesell), categorización que incluye a todo aquel que se presume mesiánico por su actitud de perpetuarse en el poder, cualidad que denuncia sus verdaderas intenciones, parapetarse en un sistema sujeto a la cuantificación y enseñorearse en el poder, ¿la justificación?, la gente, el vecino, el pueblo.

Ser dictador o golpista de las fuerzas armadas en nombre de la Patria, Nación o de la gente, fue parte de una cultura arraigada en toda Latinoamérica y en el caso de la política, tal significado no hubo ni habrá de variar, lo que cambia es el método, puesto que la brutalidad de las armas esté constituida por las fuerzas armadas nacionales, mientras que la brutalidad política esté constituida por los clientes políticos, punteros y sujetos populistas viviendo del Estado por el candidato al que hubieron de posicionar.

Para finalizar, la brutalidad, entonces, posea esos dos referentes: las armas y la cuantificación electoral, por ello no hay que descartar cierta sabiduría de nuestra Constitución Nacional cuando limita sólo a dos periodos presidenciales a un mismo candidato, límite que se debería aplicar a los gobiernos municipales como también a congresales y concejales, primero, para evitar las prácticas señaladas y segundo, no fomentar la condición parasitaria que puede significar lo público.

Juan Oviedo

Juan Oviedo, pensador local

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