Miércoles, 24 de Abril Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, pensador local

5. Tedio

Hay seres que encandilan con su sola presencia, iluminan lo oscuro de las cosas, ellos contienen el don de lo mágico porque su sola presencia transformen y ordenen a los ojos que vuelvan a mirar, entonces, el rubor retorna una vez más a aflorar en las mejillas junto al temblor con sólo imaginar un posible encuentro, si, hay seres que transforman.....sin hacer nada, solo transforman.

Por ello, ni el sol encandila como tú lo haces...........

No podemos poner la responsabilidad en el mandato del edicto industrial del producir, hacer y fabricar, como fuente al problema existencial del hombre moderno, ni al dominio del consumo en el existir humano interfiriendo en él, porque las exigencias jamás deben opacar una elección de vida a hacerlo de acuerdo a ¡cómo se quiere!, más allá de la dialéctica que posiciona el ¡cómo se puede!

Una correlatividad surge en la vida del hombre moderno consistente en el trabajo, casa y descanso, un patrón de conducta se va repitiendo semana tras semana, años tras años, donde las décadas se suceden en consonancia con esa forma de entender al mundo y de estructurar la realidad.

Pero, entonces, en algún momento en el existir de esta persona ¡sin saber cómo y sin por qué!, emerja una suerte de desasosiego en tal conciencia o silenciosa crítica respecto a él, a lo que hace e incluso, trasladable al contexto en el que vive, ese desasosiego pone en la palestra algo aceptado sin discusión alguna, desasosiego que cuestiona al modelo del mundo, lo que hace y lo que la sociedad en la que vive es, y al vivir como vive se hubo colaborado a reproducir.

Decimos crítica silenciosa porque si fuera explícita se hubiera objetivado a través de un pensar, reflexionar, racionalizar, pero el desasosiego como expresión de la esfera emocional se torna expresión crítica, porque su presencia implique un detenerse y ponga un paro al rumbo inercial con el siguiente agravante, que mude en un estado de ánimo mucho más inquietante, hablamos del aburrimiento.

Con el aburrir ingresamos en un estado de agotamiento y de cansancio por todo lo que se hace o donde se está, hablamos de la pérdida de todo interés general, así, huérfano de energía por tanta monotonía internalizada, poco a poco y sigilosamente aflore en tales personas otra cuestión más corrosiva aun y llamada tedio, entonces, lo que otrora provocaba un motivo para ver, oír, hacer, ahora, son cuestiones que dejaron de interesar y como corolario experimentar el Taedium vitae.

La palabra tiene lo suyo, pues significa "tedio a la vida", donde una suerte de inapetencia rodee a tales individuos que han sido aprisionados por el tedio, pues a la perdida de significados, logre su efecto narcotizante el monótono entretenimiento de la industria cultural y tales sujetos deambulen sin cabal entusiasmo ante la ausencia del sentido vital que le otorgaba vida, energía, experiencia y todo lo demás.

El Hades homérico se hace patente en tal mundo, lugar al que se veda toda experiencia a esas sombras despojadas de vitalidad presas del "estar por estar", el mundo es esa calma chicha del existir biológico, donde día y noche no agregan ni quitan nada, y la psiquiatrización emerja rauda para ellos o nuevas víctimas del negocio montado por el arsenal farmacológico.

El señalado cuadro exacerba al tedio en su versión más terrible, sin embargo, en su forma más frecuente, se intente combatir apelando al alcohol, sexo, drogas, el juego, libros de auto ayuda, grupos aconsejando y ponderando diferentes actividades como hobbies, caminatas, la práctica de nuevos deportes, aprender cosas distintas, contraer nuevas amistades, realizar viajes, rodearse de personas optimistas, aquellas que destilan alegría, vitalidad etc., en otras palabras, todas ponderando el hacer.

La buena intención posiciona como nadie a la paradoja que ello implica porque fue justamente el imperativo del hacer y el consumir en todas sus formas lo que hubo de ir situando al tedio, la solución pivotando en el binomio hacer-consumir "es nafta apagando el fuego", porque el tedio no surgió por un no tener ¡qué hacer!, la paradoja del hacer nos señala que el tedio fue emergiendo desde un hacer impuesto y repetitivo, que fue narcotizando los llamado de atención del aburrimiento, desgano e intrascendencia que tales sujetos fueron experimentando a lo largo de sus vidas, con el corolario de la posterior abulia, acedia y trivialidad del asignificativo hacer.

El tedio nace como consecuencia de un "hacer sin un estar", una reificación que no culmina en un nihilismo, porque la conciencia del nihilismo sucede en sujetos vivos y no en los desechos de los mandatos, colaboradores de un espacio donde lo liviano impera sin descanso y su mayor representación lo encontremos en lo que se ha denominado el síndrome del domingo en nuestras modernas sociedades.

Pero por suerte, ni el sol encandila como tú lo haces..........

Juan Oviedo, pensador local

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