Viernes, 29 de Marzo Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, pensador local

10. Sabiduría

La vida es algo abierto e ilimitado, algo que se nos escapa y se halla más allá de nuestros límites, entonces, decir, hablar, expresar que la vida consiste en esto, aquello o lo otro, habla de nuestros límites y nuestras particulares antes que de la vida misma, sin embargo, no podemos decir lo mismo acerca de la muerte, ella no provoque esa diversidad de vivencias e interpretaciones, ni se presente como una apertura en lo mundano, por el contrario, se nos muestra como clausura ya que es ella quien imprime su sello, no hay variedad de experiencias ni de vivencias en la muerte, sino solo hay una sola, entender tales trascendentes solo le cabe a una sola palabra: sabiduría.

Con esta palabra nos topemos con un mítico sentido nacido en la antigüedad cuando el hombre pudo intuir su superar, por dar luz en la ignorancia porque el sabio, era aquel que "otorgaba lumbre en la oscuridad del mundo" y fue posicionado ideal de vida, ante un mundo decadente de la última Grecia.

Ahora, ese "dar a luz", su saber, no versaba acerca del conocimiento, sino que suponía otra cosa muy distinta.

Hoy día intentar entender su sentido es algo difícil y complicado, porque si buceamos en la filología encontremos el sapere como degustación y base de un saber sabio, pero eso no nos diga mayor cosa, porque más allá del "sabor de las cosas" como reza su etimología, no nos aporte absolutamente nada, no obstante, para avanzar en esto de la sabiduría dejaremos de lado el antecedente señalado y propondremos uno diferente, definiremos sabiduría como un saber acerca de la vida, un saber que no versa sobre la mera realidad sino un saber sobre el misterio de la vida, más que en las realidades que la acompañan.

Entonces, así concebida, la sabiduría se convierta en un saber intransferible, personal y único, que a diferencia del saber científico, se oponga con su cuño singular y ametódico no sujeto a vía alguna, hablamos de un contenido donde la cuestión de la vida es interpelada y adquiere un lumbre distinto, vida a la que se debe reconocer como el único bien supremo superior a todo bien material, espiritual y religioso

La vida adquiera esa notable condición de ser "vivida" en todas sus dimensiones, la sabiduría posiciona "a la vida" como eje y objeto de ella e insistimos, que no enreda un saber acumulativo porque la vida no lo es, pues toda noble experiencia que nos indica que "vivimos", sucede ante una instancia genuina porque ninguna experiencia se reitera. Toda experiencia provoque un mudar y en ello, el devenir y posibilidad a su captar sapiente.

La condición no acumulativa de toda sabiduría implique esa distinción sustancial con el saber de la ciencia, que hace de la acumulación parte de su contexto y más allá de sus saltos epocales, esa acumulación mande.

Precedida como capacidad de degustar y saborear, la sabiduría insista en comprender las cuestiones profundas del vivir y una vez logrado, arroje luz en tanta oscuridad epocal, por ello no quede de lado la interrogación severa que la reflexión exige para llegar a un saber sapiente que nos fuerza a preguntarnos por la experiencia ¿qué implica ella?, ¿su posibilidad nos determina o por el contrario, ser nosotros quienes la determinamos a ella según lo que somos?, así, un mundo objetivo más allá nuestro o un mundo desde el tinte antropomórfico del preceder.

El mundo bajo las dos condiciones sea un centro configurador de ilusiones que nos dice que existe una realidad "objetiva" e instala la ilusión del "sí mismo" por el preceder señalado, que hace que sospechemos que en la experiencia, nada genuino pueda haber y algo que nos aleja del misterio de la vida y de toda posible sapiencia.

Ante el feedback que se instala y determina las experiencias conformes a lo que somos, posicione una realidad estructurada y la vida como tal desaparezca, quedando solo lo real de las cosas del mundo con sus objetos etc.

La oposición entre vida y realidad acontezca por esa experiencia que no es libre y abreve alejado del suceder genuino, con un sapiente conocer que no es, la realidad nos oculte el acontecer mismo de la vida por tergiversarla, con experiencias que nos dicen, comunican y proveen sensaciones e informes del afuera, coincidiendo o no según lo que somos.

Tal disociar hacen que lo real y la experiencia no comuniquen al es de la vida, natural, esencial, rica creación que se reactualiza desde si como la Physis griega sino que se le embalsame haciendo necesario la paradoja del "morir para ahí nacer" como apertura a la vida sin las experiencias del disecamiento.

La vida no implica experiencia ni se la debe conocer sino que debe ser vivida, la vida no tiene objetivos, no posee sentido propio tales, cuestionen anquilosen los contenidos vivenciales de cada sujeto que lo alejan de lo sapiencial y lo mantienen en mortal ignorar.

La lumbre devela que no hay vida en la experiencia de lo real, algo que la máxima sapiencial nos señala a encontrar pero sin buscar, como un labio al que se besa, "profundidad que no existe para un labio cualquiera".

Juan Oviedo, pensador local

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