Viernes, 29 de Marzo Villa Gesell

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Juan Oviedo, pensador local

Invierno

El invierno en las zonas costeras siempre fue una oposición al sol, a la playa y al turismo, en definitiva, algo contrario a la temporada, así, con el correr de las décadas en los pueblos costeros hubo de ser demonizado por representar un mal no querido: recesión, o la implicancia del poco trabajo, nula inversión, menos consumo en general, provocando inseguridad en la mayoría de sus habitantes, porque la inseguridad no es solo un aspecto que le cabe a la delincuencia, sino a todo aquello que se torna amenaza para la persona que vive en un determinado espacio. ¿Cuál es la amenaza concreta de tal inseguridad?, privaciones, hambre y pobreza.

¿Existe una diferencia entre los inviernos de este siglo en el pueblo, con los del siglo pasado en especial en los años sesenta, setenta, ochenta?, si claro que si, la palabra invierno y el fenómeno del invierno en su faz económica, si bien son recesivas, implicaron aspectos diferentes y veamos por qué.

En el siglo pasado, en la época de La Villa, la recesión invernal no poseía el peso nefasto que tiene hoy día, era mitigada por la construcción que se ejercía en el lugar, la mano de obra si bien en su forma más representativa, la changa, por lo general estaba cubierta casi en toda su capacidad, el gran paliativo que se hallaba estaba en la construcción, después, la temporada era el momento culminante donde se podía hacer un extra suficiente.

Era la época en que las bases institucionales del pueblo no estaban desarrolladas, pues ni siquiera era un espacio autónomo, no debemos olvidar que después de su independencia respecto a Gral. Madariaga, y recuperado el sesgo democrático, comienzan a surgir nuevos desafíos y muy distintos de la faz fundacional, estos últimos eran la construcción y afianzamiento de un modelo que era el del balneario, mientras, los nuevos retos involucren la organización institucional del municipio y también, los del ámbito privado, mientras, el crecimiento en la faz edilicia al sur fue esa realidad más que tangible.

El invierno, como un periodo al que se debía soportar hasta la llegada de la nueva temporada, era una forma de mentalidad impuesta y así imperaba en los años del siglo pasado, una suerte de Medioevo se instalaba, donde todos eran conocidos por todos junto a un ritmo pasivo que ayudaba a la leyenda de la identidad del lugar, jabalíes, pesca, dogos, liebres y los nyc, constituían parte de ese referente que el invierno visibilizaba aún más. Si el balneario era en el verano, La Villa era en el invierno.

Todo hubo de seguir en esos carriles hasta que se provoca el crac, los motivos son varios: otros negocios, otros servicios, migración y falta de trabajo, resistencia al forastero y visibilización de la pobreza junto a la marginalidad de ciertos barrios, delincuencia, violencia, con una curiosidad a cuestas, en épocas pasadas lo que se señalaba como delincuente, drogadicto o estafador etc., eran acciones aportadas por gente que no eran de La Villa, sin embargo, el cambio más notable será el reconocimiento de las calamidades mencionadas como parte de un nacer genuino en el pueblo, y su convivir simultáneo.

Quizás el invierno del siglo pasado al igual que su faz estacional, fue asimilado como un momento contenido entre dos veranos, junto a una sociedad mucho más identificada con el balneario, pero hoy, el crac señalado nos muestre una ruptura en doble sentido, primero, en su faz económica y segundo en su faz simbólica, la recesión ser más que elocuente, mientras que la sociedad crea necesario romper con las cadenas del balneario y busque independizarse de él.

Una instancia teórica se abre y se llame: ciudad o la integración de las fuerzas productivas, junto a las culturales bajo una decisión política posicionando una realidad que por el momento se nos presenta como algo impensable, sin embargo, sus objetivos serían romper definitivamente con los maniqueísmos instalados durante décadas, tales como los del verano e invierno, balneario y sociedad, temporada versus estacionalidad, dueños y mano de obra barata, ante una cuestión más que alarmante, el fenómeno recesivo implemente su presencia en plena temporada, que pone en tela de juicio el modelo del balneario y su devenir como tal.

Ante un mudar acontecido en las temporadas del pueblo, su disminuir progresivo, recordemos que antes esas temporadas eran de tres meses y poco a poco se fueron restringiendo a cincuenta, cuarenta días o un mes a lo sumo, hoy, se asista a la modalidad del fin de semana o fines de semanas largo, con un tipo de franja etaria masiva que ronda entre los 15 a 25 años aproximadamente cuyo consumo quede centrado en bebidas, comidas y alquiler, por el cual todos los restantes rubros comerciales sufran esa baja en el consumo de sus productos por parte del turista, en otras palabras, eso es "recesión en plena temporada", algo impensado cuando el sentido del éxito de toda temporada era monitoreada según el caudal de gente que cruzaba la rotonda de ingreso a la ciudad y que la determinaba como buena o mala.

La nueva realidad de la recesión al interior mismo del mayor espacio floreciente para la economía del pueblo, deba sepultar tales análisis de mala o buena temporada de antaño y vislumbrar una realidad a la que por el momento, no se la pueda desentrañar cabalmente, por eso la importancia del ejercicio de las fuerzas vivas del pensamiento (si existen) y su urgente operar porque la vieja consigna de aquel de derecha que supo decir, " hay que pasar el invierno", cada vez sean menos los capacitados para poder pasar.

O en otras palabras, de ¡como el invierno se va instalando de a poco en el verano!

Juan Oviedo

Juan Oviedo, pensador local

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