Jueves, 28 de Marzo Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, profesor de filosofía

Burla

¿Cuando usted experimenta que se encuentra haciendo el ridículo?, cuando sus propias expectativas sobrepasaban sus capacidades, usted -cree algo acerca de si mismo- pero la realidad le demuestra que "no es eso que se creía", por ejemplo, el de ser escritor, poeta, pensador, creador etc. pero a usted "no lo lee nadie", es más -fastidia, aburre, cansa-., he ahí el ridículo con mayúsculas. Ahora, con la ridiculez "no nos topemos con un sentimiento" sino -con un hecho- vinculado más a lo conceptual, saltemos a la próxima instancia. ¿Cuándo experimenta que lo ridiculizan?, pues allí "no tiene nada que ver con algo propio" sino con la acción de terceros hacia usted por el cual -otros intervienen-, pide ejemplos ¿no?,

Usted cree ¡en la justicia!, pero hay jóvenes que desaparecen y después, aparecen muertos, ¿quiénes son los sospechados de siempre?, ¡las fuerzas de seguridad!, cambian al comisario, hay sumarios, y todo sigue igual. Usted cree ¡en la democracia, y la representación! -los vota- y una vez ingresados, sus propia necesidades por anclarse en el sistema emergen en términos de -reelección-. Usted cree en ¡los medios hegemónicos! de la información y de las noticias, la verdad y la objetividad pero las falsas noticias los muestran operadores políticos tras intereses partidarios.

¿Ve entonces el ridículo?, usted está siendo ridiculizado por esta sorprendente realidad que debe vivir día a día por ¡políticos, jueces, policías, gendarmes, medios e invisibilizado! por naturalizar la ridiculez ¡de creer en ellos! Pero no "por el hecho de creer" sino que ellos con su accionar, hagan de ese creer -algo ridículo- y por eso lo ridiculizan.
Sin embargo, hay y existe algo peor todavía y -es el hecho de la burla-. Se trata cuando "alguien se divierte de usted" mediante palabras, hechos, gestos, por ejemplo, cuando usted hace el ridículo, alguien se divierta por tal hecho y apele a la pertinente gestualidad para hacérselo saber y por eso "burlarse".

Y la burla -en este país-, desde las palabras y dichos, estén a la orden del día. Vamos a algunas de esas frases llenas de burla: "tenemos el mejor equipo de los últimos 50 años", "pobreza cero", "crear argentinos que disfruten vivir en la incertidumbre", "el tarifazo es una percepción subjetiva", "síganme no los voy a defraudar". Pero las mismas -usted dirá-son frases y previas a los hechos, por lo tanto, "no pueden calificarse de burla". Sin embrago, es justamente "eso" lo condenable, porque mas allá de las intencionalidades de tales personajes, la burla hacerse patente por provocarle incomodidad, en especial, al mostrar su condición ridícula por creer y votar -a tales representantes-.

Pero el ridículo también "puede ser inducido" y muy presente en las movilizaciones de tinte político. Algo muy diferente al movilizar de la conciencia, porque en este caso, usted no necesita convocación alguna, para reunirse sino porque "vive y actúa conforme a su ideal", su hacer no es -un estar parado gritando, agitando una bandera o dando bocinazos por ahí-, ¡como ha sucedido con los "originales" de este pueblo!, sino que usted "opera en la realidad", discutiendo, criticando, analizando, aprendiendo ¡para restaurar el valor, negado o quitado!

Mientras, "en el clásico movilizar de las convocatorias", ahí, sea un número y una cantidad -a la que se le hace decir cualquier cosa-, porque "no posee voz propia", entonces, ese estar es una burla al pensamiento propio de la conciencia que dice ¡que está ahí para poner en tela de juicio algo!. Esta haciendo "el ridículo" -por dejarse utilizar por terceros- y a juntarlo junto con otros "donde usted", no tiene la menor idea acerca con quienes son y ni de los contenidos de sus conciencias. Usted "ha sido alienado por la cantidad" -un títere más-, bajo titiriteros astutos ¡y desde los hilos de la burla y la ridiculez! -es manejado-.
Juan Oviedo, profesor de filosofía

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