Sábado, 20 de Abril Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, profesor de filosofía

Recursos

La urgencia -por lo económico- ejerce su diaria presión, ganar, trabajar etc. y que en este caso particular, la presión será para que sea posible -de la forma que fuere-, la temporada en los pueblos costeros. Esto significa la importancia que adquiere el ejercicio del turismo en la región o -a la sed de la pandemia- el "oasis de la temporada".


La presión a cada ejecutivo será desde el recurso de los prestadores de servicio, ahora, "si vamos a la vereda del frente", la misma necesidad y la misma exigencia existe -para que se abran las condiciones y luchar "contra la desigualdad"- en aquellos que viven "en condiciones desfavorables", hablamos de algo que se viene reiterando hace lustros -y que no es la pandemia- sino "la desigualdad".


La desigualdad se halla "en que los primeros" -cuentan con recursos- pero ¡los segundos no!, ¿y esa es toda la cuestión?, ¿ recursos?, si, se trata de eso, ¡del recurso!, siendo los trabajadores los supervivientes por el recurso ajeno. Entonces, ¿qué pasaría si todos tuvieran sus recursos?, la desigualdad se rompería.


"La idea bella" puede ser interpelada con lo siguiente ¿quiero yo que -el otro- tenga recursos?, veamos, recursos encadenados que se vinculen y permitan el funcionamiento entre sí -es una idea seductora- y por supuesto: esperable, pero si el recurso ajeno compite con el mío, entonces, ¡no!


Para colmo, cuando se está -al servicio del recurso ajeno- por necesidad de supervivencia "nace un leve canto de sirena", por la paga que ese trabajador recibe, pero a su vez hace crecer al recurso del otro - y aquí-, un sentido no tan señalado adquiere relevancia -agotarse la posibilidad de su recurso -por estar al servicio del recurso ajeno.


Considere que no habrá temporada "normal" y eso afecte a los prestadores, como también imagine a los otros, que esperan para trabajar pero bajo una "anormal" temporada también, ¿corolario?, la estacionalidad del 2021 ensanche la brecha entre todos, pero con una impronta a devenir: en unos, sin ganar lo esperado ganar, mientras, que en los otros empobrecerse más.


¿Cuántas calamidades deberían suceder -y por cuanto tiempo- para que aquellos que cuentan con recursos "ya no los tengan más", por agotarse, ¿10, 20, 30 años y así, pasen a la vereda de la pobreza?. Y qué pasaría con los "sin recursos", ¿cuanto pueden ellos resistir -antes de morir por hambre, inanición, enfermedades- ante la presión que significa- una miseria continua?, ¿días, semanas, meses o uno, dos, diez años?


La desigualdad mata, condena, castiga, enferma, destruye a quienes están en la base de la pirámide y será mantenida a rajatabla, por aquellos que se encuentran en la cúspide para no sufrir sus embates negativos, mientras, ¿y los políticos?, buitres de la igualdad -tras su alimento diario- los despojos "que la desigualdad instala", votos.

Juan Oviedo, profesor de filosofía

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