Viernes, 29 de Marzo Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, profesor de filosofía geselino

Manipular

Cuando un niño comienza a aprender a caminar, muchas veces -se cae- y se pone a llorar, momentos donde los padres intervienen y dicen "salto" -cuando se cae- y darle a entender -al nene o la nena en cuestión- que no se cayó sino "que salto" y superar el pequeño infortunio sin llanto.


La cuestión de la voluntad parece decisiva para transformar un hecho molesto en algo distinto en el ejemplo del infante, ¿pero solo es así en ellos o tal fenómeno se repita en otros ámbitos tambien?


Las escuelas como centro de contagios -no es mera teoría-, aquí en Villa Gesell son muchísimos los casos de contaminaciones, así, podemos citar a profesores, preceptores, alumnos que se han contagiado y todos cumpliendo rigurosamente el protocolo sanitario. Pero ¿sirve un protocolo en medio de una circulación "de carga viral" como de hecho sucede en estas instituciones? por lo cual la posibilidad al contagio -estará a la orden del día-. Entonces, ¿por qué siguen asistiendo todos?, al igual -que al niño- saben que se han caído cuando se contagian pero el padre (sistema educativo) les dice -efectos colaterales del deber, obligación, responsabilidad, vocación etc.-, o como a través de "la moralización" se busca manipular y crear como propio -decisiones ajenas-.


Porque ¡vos no vas al contagio, no vas a sufrir la enfermedad, ni vas a padecer los efecto en tu mañana cuando ya no estés contagiado!.


¡La moralización es el "salto"! en docentes, preceptores y alumnos ante los contagios que se producen en las escuelas, así, a la crueldad de enviarte adonde no te debo enviar "al riesgo del contagio" se le adose a la -violencia simbólica- que significa tal moralizar.


Entonces, los efectos colaterales son aceptados como parte de una realidad a la que la voluntad del contagiado -siempre estuvo ausente-, pero por el ejercer "de la dogmatica institucional", se lo  incorpore como una realidad a la que "no se puede eludir".


La palabra que mejor describe este cuando es el de ¡resignación!, no poder hacer nada para eludir este estado de cosas que lo "castrense institucional" posiciona, quizás por ello la autonomía del pensar algo que si o si debe estar presente en todo educar, hace rato que ha siso anulada y seguir -como ganado que va al matadero-, servil y resignadamente a centros donde el covid-19 circula y que son las escuelas.


No es necesario marchar por la Av. tres en el pueblo, ni tampoco esperar pronunciamientos de sindicatos locales o a jóvenes manifestando por la no presencialidad, simplemente darte cuenta del "salto" que la violencia simbólica educativa te destina -como futura víctima más-.

Juan Oviedo, profesor de filosofía geselino

Más columnistas

Ver Archivo