Miércoles, 24 de Abril Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, profesor de filosofía geselino

Reafirmar

Transformar "lo falso" en algo útil no es cualquier cosa, sino cuando eso dicho es re categorizado como verdad, ¿cómo?, "atónitamente usted pueda pensar" -que decir falsedades-, en el fondo, mude ¡en una verdad!. Si, si tenemos en cuenta al criterio de verdad como utilidad, entonces, aquello que me es útil, no importa -lo que diga, ni lo que hago, declaro o reafirmo- en términos de verdad, sino que decir falsedades, mentir, engañar, "si me es beneficioso", termine siendo un método o criterio para reafirmar mi verdad.


Pero ¿y los demás, los terceros, aquellos a los cuales se destina ese discurso mentiroso, cómo lo reciben?, le recuerdo a Joseph Goebbels "Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá", algo que supo afirmar como ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de la Alemania nazi entre 1933 y 1945.


Entonces, la cabal verdad ha sido manipulada, silenciada, opacada, tergiversada, destronada en ese lugar donde reina lo aparente y la mentira, ¿y por qué señalamos ese destronar?, porque  solo se puede predicar que algo "es falso o mentiroso" desde un trasfondo presente que lo determina así, y ese trasfondo -es el de la verdad-.


Paradojalmente la legitimación de lo falso ¡esta concedido por lo verdadero! o si quiere -profundicemos la paradoja- con la siguiente definición ¿que lo falso? "es una verdad" como algo falso, pero esta distinción parta de "una laguna" y sea la  de entender a lo falso -como un error del conocer-, donde creo que algo que es así, cuando en el fondo ¡no lo es!, así, lo señalado pertenece al ámbito epistemológico del declarar.


Pero cuando se dicen cosas falsas pero "azuzadas desde el mentir", aquí la cuestión es distinta por -la intencionalidad- del hablante y que es la mentira porque "el mentiroso" sabe que dice ¡una cosa por otra!, dice algo falso ex profeso, para engañar, manejar, confundir,  enmarañar siempre desde el discurso y su actitud promiscua por lograr su espacio mediático, que expectantes, esperan por su declarar.


Muchos puedan pensar acerca de -los oyentes- de tal discurso mentiroso ¡como víctimas sujetas a la manipulación y sin intencionalidad alguna!, pero la cuestión quizás sea al revés, que ellos no estén dispuestos a la barbarie de la mentira permanente y elijan a alguien que "mienta por ellos" o el -futuro chivo emisario- y que el acomodar político utiliza sin más.


Mire seamos claros, en un sociedad donde el sentido de la verdad pero fundamentalmente el de honestidad reina, "no permitiría en lo más mínimo" la presencia política, mediática e intelectual de mentirosos y no de falaces. Y que se presenten como representantes, periodistas o pensadores, sin embargo, la figura de éstos, bien refleje algo, la necesidad de acudir a los que no pueden escapar de su propia paradoja y participar -de la paradoja del mentiroso-, que la verdad que dicen, "jamás deje de ser una mentira".

Juan Oviedo, profesor de filosofía geselino

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