Viernes, 26 de Abril Villa Gesell

Opinión | Columnistas

Juan Oviedo, profesor de filosofía geselino

Odiar a cierta democracia

¿Qué le dicen a usted respecto a la democracia?, de la posibilidad que a través del voto, -el  pueblo- mediado por su representante "el político", gobierna, y sustentado en un sistema político que es "avalado" por una constitución republicana.


Pero ¿sabe lo que eso significa?, que las leyes y las instituciones que emanan de toda democracia formal, aparte de la división de poderes están al servicio de la propiedad privada (eje de la desigualdad), por lo cual el discurso de fondo que manejan las instituciones políticas y de gobierno, soslayen ese hecho sustancial, que "el sistema democrático" está al servicio de intereses económicos, lo que mantendrá las desigualdades que esos intereses provocan.


Con la palabra "pueblo" nos encontremos con algo parecido, una identidad sabiendo su condición pero ¿cuál es esa?, si se la otorgan sus representantes "el pueblo", será, -según- como lo que definan ellos, "el pueblo no se equivoca" solían decir eso, pero ese pueblo ha sabido votar en contra de sus intereses, entonces -pueblo como tal- es un designado pero sin  denotado alguno, y una masa que cambia de representantes es una "masa creada" para que sea funcional y logar el mayor provecho posible, con ¡el voto emocional! .


Entonces, nos hallamos con leyes e instituciones de la democracia formal, con su apariencia de igualdad, mantenga "el status quo" de ese poder, lo que nos debe dar, otorgar y crear, una nueva de raíz a la palabra -democracia y pueblo- y es la de LUCHA.


Un sentido de democracia que luche contra ese sentido de democracia republicana y representativa, y un sentido de pueblo caracterizado por su miserabilidad opresiva, que lo doblega y lo lleva a una constante marginalidad, por el cual la aptitud correcta de ese pueblo no sea -el de la elección-, porque ¡no debe elegir! sino que se exija a sí mismo ¡luchar! o de lo contrario pasar a una categoría -ya señalada- por Aristóteles, la de ser esclavo constitucionalmente.


Pero para ocultar y tapar lo señalado "al pueblo" siempre se lo caracterizó "románticamente" como una entidad de quien goza -de libertad y autodeterminación-, "y encante" a oídos presidenciales, y "apelado" como guía y sustento de acciones políticas, también, quien decide sobre sus asuntos políticos y económicos, en otras palabras -una entidad maravillosa- donde el destino de un país, está en las  manos de ese pueblo dependiente de -sí mismo-, de lo que se hará, con solo proponértelo y ¡ya está!. así de "lindo" suena y se resuelva con solo -apelar- a la palabra pueblo.


Lo mismo suceda con el trabajador que ¡posee su día! (1ro de mayo), veamos lo que -se dice- acerca de ese colectivo, "felicidad y alegría en todos los hogares argentinos y trabajadores de la Patria" y todo lo que se pueda decir, pero el trabajo es una "obligación y una explotación", y si solo posees -tu fuerza de trabajo-, más explotado serás,  algo que ilustra las condiciones presente en este país, porque tener trabajo no te salve de seguir siendo pobre, lo que enuncia las crueles condiciones de la explotación de estos trabajadores en este país que tanto "los pondera".


"La lucha" es entonces, contra este tipo de democracia, defensora de las desigualdades existentes y contra una falsedad ideológica al denominar a aquellos presos del dolor e impotencia, por los empleados de siempre, (políticos, periodistas), que los definen como -¡lo que no son!-, poseedores de autonomía, identidad y  resolución.


Hablamos de personas que han  experimentado cierto -fracaso- y aquí señalar un germen de rebeldía, por vivir entre la bronca de la insatisfacción experimentada y debe hacerse LUCHA, y si eso no sucede, lo sea por los siguientes anestesiantes: democracia, pueblo, trabajador, que atemperan los ánimos y así, mantener el estado de las cosas en este país, como alguien que -domina- y alguien que es -dominado-.

Juan Oviedo, profesor de filosofía geselino

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